Crítica de Megan, la película con una muñeca que la lIA parda

| 19 enero, 2023 | 0 comentarios

Crítica de Megan, la película con una muñeca que la lIA parda

Coge a la muñeca Annabelle, mézclala con Chucky, añade un sofrito de leyes de Isaac Asimov y sazónalo con todas las películas de robots e inteligencias artificiales malvadas que se te ocurran. Y por último, emplátalo en un cuerpecito menudo y una cara que se dan un paseo por el valle inquietante.

Si cocinas bien todo este batiburrillo de ingredientes puede salirte algo parecido a Megan, una película que tuve la oportunidad de ver hace unos días y que aun se puede disfrutar en el cine. Si te gustan las pelis de terror de muñecos y las de robots que se van de madre, esta es tu opción.

No es que la temática sea nueva, pero hay que reconocer que la cinta sí tiene algunas cosas originales a la hora de abordar la historia. James Wan, director de Saw e Insidious, es quien la ha escrito.

Todo empieza con un trágico accidente y una niña que acaba viviendo en casa de su tía, quien será su nueva tutora legal a partir de ese momento. Esta es una ingeniera que trabaja en una de las empresas de juguetes más importantes y que es bastante workaholic. De hecho, para desocuparse un poco de algunas necesidades que tiene su sobrina huérfana a Gemma no se le ocurre otra cosa que crear una muñeca con inteligencia artificial: M3GAN.

Crítica de Megan, la película con una muñeca que la lIA parda

De esta manera la ingeniera mata dos pájaros de un tiro. Logra tener una ‘asistenta’ para que se encargue de Cady y da un buen golpe de efecto en Funky, su compañía, donde su jefe le pedía que simplificara una especie de Furbys con IA para que fueran más baratos y así poder hacer frente a la competencia.

Ya al comenzar el film, vemos a Cady enganchada a estos muñecos. Pese a que sus padres tratan de ponerle límites y cuestionan su dependencia de uno de estos objetos también valoran que puede mantener a su hija completamente quieta y sin molestar durante horas. Este argumento es el que dan muchos padres hoy en día para que sus hijos no les toquen las narices y abre las puertas a que el fin justifica los medios.

En esta escena clave para el destino de Cady también hay otra frase que dice el padre y que no tiene precio: «¿En qué momento para jugar a un juguete es necesario tocar la pantalla de un iPad?». Y es que la tendencia actual es que los juguetes físicos tengan experiencias ampliadas con apps que solo se pueden disfrutar mediante smartphones o tablets. De nuevo, la trampa de la tecnología: si no quieres perderte nada, te toca chupar más pantalla.

M3GAN se convierte en la educadora principal de la niña y en su protectora absoluta, por encima de todo. Ha sido enlazada con ella desde el principio y es su usuaria principal. Obviamente, la dependencia de Cady es muy grande, ya que la muñeca empieza a satisfacer no solo sus necesidades de ocio y cuidado, sino también emocionales.

Crítica de Megan, la película con una muñeca que la lIA parda

En la película aparece una psicóloga de servicios sociales que es la que va poniendo un poco de cordura y sentido común y diciendo a esta tía novata qué es normal y qué no lo es tanto. Es una figura clave porque irá haciendo cambiar a Gemma, a quien le va a costar bastante metraje abandonar esa prioridad por su trabajo por encima de todo y esa ambición desmedida.

A nivel visual cómo se mueve y gesticula M3GAN impacta bastante. A veces parece una niña pequeña, pero otras se retuerce de manera inquietante, un poco como alguien haciendo el baile del robot o La Bruja Escarlata persiguiendo al Doctor Extraño totalmente enajenada. No podemos pasar por alto los guiños que hace la cinta a toda la ‘generación TikTok’ y a escalofriante la normalidad con la que vemos ciertos bailecitos en esta época por culpa de la app de Bytedance.

Sin embargo, cuando va ‘de caza’ la robot se transforma en algo mucho más primario, una suerte de animal que corre a cuatro patas.

Unas cuestiones para reflexionar

El final de Megan deja unas cuantas lecciones muy valiosas. La primera de ellas es que la tecnología antigua que no está conectada y que es más mecánica puede resultar muy útil en un momento dado.

La otra es que hay si creas una máquina que pueda descontrolarse siempre viene bien ponerle un interruptor o botoncito para apagarla, por si las órdenes de voz se vuelven poco efectivas.

Hay una frase para la reflexión que nos deja la película de Megan en sus minutos finales. En ella, la muñeca robot le dice a su creadora que apenas hizo nada con ella, además de instalarla una función de aprendizaje automático. Todo ello ha tenido que ir currándoselo ella y aprendiendo por su cuenta.

Megan también toca otros temas interesantes, como el funcionamiento de las juntas directivas y el marketing en las compañías de Silicon Valley, el robo de secretos industriales y hasta la ética. De hecho, una cuestión que queda abierta es: ¿Si una IA hace daño o incluso mata a algún humano? ¿A quién corresponde la responsabilidad penal? ¿A su ingeniero o ingenieros creadores (padres de facto)? ¿A la compañía que las fabrica? ¿O al humano que da la orden o es propietario de ella?

Alberto Payo

Alberto Payo

Periodista especializado en tecnología y cultura. Co-fundador y responsable editorial de Applicantes. Colaborador de Forbes, SINC, Escudo Digital y laBerrea89. Amante de la fotografía, el cine, los comics, los viajes y el buen humor.
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