El Gran Apagón ya no es solo un podcast ni una distopía

| 28 abril, 2025 | 0 comentarios

El Gran Apagón ya no es solo un podcast ni una distopía

Estamos viviendo tiempos extraños en los últimos años, donde se están haciendo posibles escenarios que nos parecían casi imposibles en nuestros 2000 y pico.

La pandemia nos dio un mazazo a todos en las narices. No sé si nos hemos recuperado todavía de todo lo que supuso, aunque nos estamos haciendo un poco los tontos o los olvidados. Puede que sea por resiliencia o porque no queremos regodearnos en el dolor de todo aquello.

También vivimos dos guerras más cerca de Europa de lo que imaginamos. Por no hablar de esos fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes y devastadores, como las danas, la nevadona, las lluvias intensas durante semanas, etc.

Pero lo de hoy ha sido aún más extraño. Hace unos años, quizás ya 7 u 8, escribí un reportaje para Muy Interesante que hablaba en parte sobre qué podría ocurrir si se diera un ciberataque a una infraestructura crítica, cómo podría afectar eso a todos los servicios básicos, ya que muchas de estas redes estaban interconectadas en parte.

Las fuentes que consulté, algunas de organismos oficiales, no me arrojaban un panorama muy alentador si eso se producía, aunque me tranquilizaban diciendo que los hospitales y otros servicios esenciales contaban con salvaguardas para no quedarse completamente a oscuras y seguir dando servicio.

No sé si un ciberataque es exactamente lo que ha pasado hoy, ya que mientras todavía escribo este texto no se ha determinado el origen del fallo ni dilucidado la causa, pero puede que nos hayamos aproximado bastante a esa hipotética situación.

En 2013 National Geographic producía un documental llamado American Blackout donde se mostraban las preocupantes consecuencias de un ataque exitoso al sistema eléctrico de EE.UU. Esto afectaría a multitud de infraestructuras que dependen de la red eléctrica, sumiendo a una sociedad en un verdadero caos y colapso.

“Si se corta la electricidad se acaba la conversación que tenemos y probablemente tengas problemas para salir de tu despacho, ir a tu casa, para hacer transferencia bancaria o pagar con una tarjeta. A partir de ahí se suceden los problemas como un efecto dominó”, me contaba por aquel entonces Fernando J. Sánchez, director del CNPIC, centro dedicado a la protección de infraestructuras críticas en España.

El fenómeno de la ‘interdependencia’ supone que la caída de un servicio esencial pueda arrastrar a otro y este a otro. Las redes son dependientes entre sí. Si no hay electricidad, los servicios TIC y el IoT pueden caerse también en unas pocas horas, lo que podría haber ocurrido hoy.

El problema es que un ataque de este tipo es más fácil de lo que pueda parecer y no tiene por qué realizarse a través de Internet. Para dañar una infraestructura crítica no es necesario hacerlo directamente y se pueden usar medios físicos. ¿Y si alguien consiguiera controlar vehículos aéreos o terrestres porque una compañía no ha protegido sus sistemas convenientemente y chocarlos contra unas instalaciones sensibles? ¿Y si se ataca a un tercero, un proveedor de servicios por ejemplo, y se consigue que se produzca un incendio en dicho centro? ¿Ha ocurrido algo de esto?

Volviendo al papel y a las velas

Hemos estado unas cuantas horas sin electricidad, con todo lo que ello conlleva. Toda la Península Ibérica se ha quedado a oscuras. No solo España, sino también Portugal. La cosa comenzó a mediodía. Algunos notaron primero que su WiFi o 4G les daba guerra o que esos WhatsApps no llegaban nunca.

Supongo que todos pensábamos inicialmente que era algo de nuestra casa, de nuestro bloque de edificios o de nuestra calle, hasta que empezaron a llegarnos mensajes a cuentagotas de parejas, familiares y amigos contándonos algo parecido desde la otra punta de la ciudad o de otras regiones de España. Entonces sospechamos que algo más gordo estaba pasando y que la cosa no era ‘micro’, sino ‘macro’.

En tiempos de ChatGPT y de la IA hemos asistido a cómo decenas millones de personas han estado sin poder cargar sus dispositivos, sin entrar en las redes sociales, sin enviar memes, sin ponerse una serie o película para entretenerse, pero también quedándose atrapados en ascensores y vagones de metro y tren, circulando en coche sin semáforos ni luminosos, sin poder pagar la compra con tarjeta o Bizum.

El romanticismo ha imperado durante unas horas. Hemos vuelto a valorar cosas que se habían quedado olvidadas u oxidadas por la obsolescencia, como el papel, la radio, una linterna con pilas, el dinero en efectivo, un mecheros y unas velas o el silencio.

De repente la gente ya no iba caminando por la calle cabizbaja pendiente de su teléfono, sino mirando a ver qué hacían los demás o atendiendo a la circulación al cruzar una calle. Sorprendentemente la gente ha comenzado a sentarse en las calles y en las plazas a tomar el sol y a charlar.

Solo puedo hablar desde lo que he visto, pero en mi rato fuera (donde pensaba que quizás iba a desatarse una suerte de pánico generalizado y apocalipsis) ha reinado la concordia. Conductores cediendo el paso a peatones como nunca y comerciantes facilitando todo lo posible la vida a sus clientes y viceversa. Es una versión parcelada de la realidad, pero es la que he podido ver yo en mi barrio.

No sé si esto nos enseñará algo como país o sociedad o nos lo mostrará pero lo olvidaremos rápido. Pero si no ya lo digo yo: nos hemos vuelto demasiado dependientes de la tecnología para todo, así como de los smartphones y de las pantallas. Necesitamos una app para absolutamente todo y quizás esto nos esté jugando una mala pasada. La tecnología nos deberia facilitar la vida, no robárnosla. La tecnología nos debería proporcionar herramientas, no dejarnos vendidos sin las que ya traíamos de antes.

Tengo curiosidad por saber cómo se tomarán las empresas de tecnología este gran apagón en el sur de Europa, este largo intervalo sin monopolizar la atención de los usuarios, este extenso lapso sin proporcionar chutes de dopamina. ¿Cuánto dinero habrán perdido? ¿Qué les dirán sus accionistas y sus anunciantes?

Alberto Payo

Alberto Payo

Periodista especializado en tecnología y cultura. Co-fundador y responsable editorial de Applicantes. Colaborador de Forbes, SINC, Escudo Digital y laBerrea89. Amante de la fotografía, el cine, los comics, los viajes y el buen humor.
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