“La ansiedad es el mayor problema que estamos detectando los psicólogos durante la cuarentena”
Los casi 50 días que llevamos encerrados en casa han supuesto cambios para todos en nuestra manera de trabajar, estudiar, relacionarnos con familiares, amigos y vecinos, ir a comprar, disfrutar del ocio, hacer deporte, etc. La cuarentena ha dinamitado nuestras viejas rutinas y obligado a adoptar otras nuevas, con todo el estrés que eso puede generar a nivel individual y familiar.
Y si a eso le sumamos todas las tragedias que está dejando el coronavirus, a nivel de salud, económicas, sociales, laborales, etc, es normal que durante las últimas semanas hayamos notado como nuestra salud mental se ha visto afectada notablemente.
Los psicólogos vieron que, más que nunca, podríamos necesitar de su apoyo durante el confinamiento. Desde la aplicación para recibir terapia online ifeel, por ejemplo, decidieron ofrecer sus servicios de manera gratuita durante los primeros días para abordar este nuevo escenario y el maremágnum de emociones que iba a suscitar.
Martín Villanueva, cofundador de esta compañía, ha explicado para Applicantes, cómo se han preparado para la crisis del COVID-19.
– ¿Cómo os habéis tenido que reinventar los psicólogos durante esta situación?
– Tanto como reinventarnos no diría, pero sí que hemos tenido que adaptarnos a las nuevas circunstancias, como tantas otras profesiones. La táctica más significativa es seguir atendiendo a nuestros pacientes de manera online (a través de videollamadas, chats, mails, etc.) lo cual a veces también influye en la periodicidad de los encuentros. Por otro lado, esta adaptación no es del todo novedosa, dado que muchos profesionales ya trabajaban de manera online antes del confinamiento (de modo que ahora lo que han hecho es intensificar esta práctica, más que incorporara desde cero, como habrán tenido que hacer algunos).
También hay que pensar que muchas atenciones -muchas sesiones, para entendernos- se están perdiendo, o espaciando mucho hasta ponerse en marcha, ya que hay pacientes que no desean ser atendidos de manera online, porque prefieren la atención presencial, y hay otros que, aun queriendo, no se lanzan, porque no viven solos y no disponen de la intimidad suficiente. Ahí el reto de adaptación es mayor, porque hay que encontrar la manera entre entre paciente y terapeuta para no perder del todo el contacto y poder llevar a cabo aunque sea un contacto “de mantenimiento”.
Hace 15 años, por ejemplo, o 20, esto hubiera sido completamente inviable, mientras que hoy gran parte de la atención psicológica se está pudiendo salvar, incluso iniciar desde cero (gente que antes de la emergencia sanitaria no era atendida y ahora sí) gracias a la tecnología (iba a decir “nuevas tecnologías” pero es que en realidad no son tan nuevas). Nosotros en ifeel llevamos más de 3 años ofreciendo terapia online a través de chat o videollamada. Es una modalidad que no se ha visto afectada por la emergencia sanitaria, sino que se está haciendo cada más popular para poder seguir o iniciar terapia. La efectividad de la terapia online puede ser perfectamente válida, por lo que animamos a todo aquel que aún no haya probado esta nueva forma de hacer terapia que lo haga en estos momentos.
– ¿Qué tipo de pacientes están recurriendo a ifeel durante la cuarentena?
– Realmente el tipo de paciente es el mismo, eso no ha cambiado. En términos muy generales, una gran parte de las personas que acuden a ifeel son mujeres, principalmente de entre 20 y 40 y tantos años (o menos), aunque también por supuesto hay hombres de diferentes edades, etc. Lo que ahora cobra mayor protagonismo, como motivo de consulta, son temas derivados de la emergencia sanitaria y el confinamiento. Es decir, son las mismas personas, pero ahora con preocupación relacionadas con esto, que hace un mes, incluso durante los primeros días tras el inicio del Estado de Alarma, no aparecían.
Siendo algo más concretos, por trastornos, es la ansiedad el problema que más hemos detectado los psicólogos de ifeel. En este sentido, las terapias realizadas para manejarla adecuadamente han aumentado un 35,43%. La terapia de pareja también se ha visto incrementada, un 33’14%, quizá influida por las alteraciones actuales de la convivencia, así como la terapia orientada a procesos de duelo desde el confinamiento, que ha aumentado un 21’13%. En total, el número de consultas ha aumentado un 69’86%.
– ¿Cuáles son las patologías más comunes en una situación como la que estamos viviendo?
– Hay que pensar que una situación como el confinamiento y la emergencia sanitaria generan, para empezar, sintomatología ansiosa y depresiva en la población general. Cuidado, hablo de sintomatología, de intensificación de ciertos síntomas, no de que toda la población esté teniendo cuadros patológicos de manera generalizada, ya que también hay que contar con los recursos y fortalezas de cada persona, que sirven como contrapeso (con o sin emergencia sanitaria) y es evidente que hay mucha gente que no tiene ningún problema de este tipo.
Los estresores, la falta de contacto con el aire libre, la falta de actividad física, de intercambio social, la sensación de alarma vivida en forma de angustia, las pérdidas económicas, relacionales o laborales, etc. siempre suponen un estresor que potencialmente va a complicar cuadros que ya existían antes de la emergencia, o despertar cuadros nuevos en personas que sean más vulnerables (insisto, no en todas las personas: estar harto, aburrido, inquieto o preocupado por lo que está pasando es normal, no es patológico).
Me refiero a personas con tendencias ansioso-depresivas, pero también de personas con adicciones severas o patologías mentales más graves (esquizofrenia, trastorno bipolar, trastornos de personalidad, etc.) las cuales puedan sentirse algo o mucho más alteradas de lo normal, sobre todo si no recibían tratamiento previo o no tenían buena adherencia al mismo. Esto hay que tenerlo en cuenta, pero también hay que pensar que estas personas pueden seguir teniendo acceso, en muchísimos casos, a atención médica y psicológica, además de otros factores protectores de los que puedan disponer (red social, por ejemplo, o ausencia de estresores serios añadidos).
– ¿Habéis reforzado el equipo de psicólogos para estas semanas?
– Sí. Ya antes de la emergencia contábamos con un equipo muy potente de terapeutas pero en ifeel siempre estamos buscando nuevos psicólogos/as para poder abarcar la mayor diversidad posible de atenciones. Desde el comienzo de la situación de emergencia esto no ha sido una excepción, sino una necesidad. En concreto, ifeel contaba con 250 psicólogos antes de esta crisis, y hoy en día están dando servicio más de 400.
Al margen de la aportación del cofundador de la startup, Rafael San Román, psicólogo de ifeel, nos ha aclarado otras cuestiones referentes a consejos para sobrellevar el confinamiento y algunas de las consecuencias de la crisis del coronavirus.
– ¿Qué recomendaciones básicas dais que se puedan hacer en casa para combatir la ansiedad o el estrés?
– La primera de todas, comprender que la ansiedad y el estrés son reacciones humanas normales, son la expresión de cómo reaccionamos a las circunstancias para intentar adaptarnos a ellas. Tener en cuenta que los seres humanos no somos robots que podamos activarnos y desactivarnos a plena voluntad, entender que ciertas reacciones no siempre pueden mitigarse al cien por cien (especialmente si las circunstancias que las provocan no desaparecen) aporta un componente de realismo y naturalidad a estas sensaciones.
Luego está un amplio campo que va desde encontrar distractores agradables (alejar nuestra atención de la fuente de ansiedad y orientarnos a otras cosas), la actividad física, las actividades manuales y creativas, técnicas de relajación mediante la respiración, todo el amplio campo de la meditación, el intercambio social (hablar de las preocupaciones y de las no preocupaciones, desahogarnos, escuchar a otros, compartir), mecanismos mentales orientados a relativizar las cosas, a darles su justa importancia, a contextualizarlas (por ejemplo, comparándonos con otras personas que estén mucho peor), llevar una vida ordenada (es decir, rutinaria en el mejor sentido), cuidar los hábitos de alimentación y sueño, evitar, las bebidas estimulantes, el alcohol y el tabaco (y por supuesto cualquier otro tipo de sustancia, porque aunque aparentemente actúen como relajante realmente alteran los biorritmos).
Si una persona no es capaz de poner en marcha estas estrategias por sí misma entonces es cuando un psicólogo puede ayudarla a identificar claramente las causas reales de su ansiedad y estrés (si es que es eso lo que le ocurre y no otra cosa), identificar qué factores están manteniendo esas reacciones y poner en marcha aquellas estrategias de manejo que sean más adecuadas para ella en particular. No podemos olvidar que no todo el mundo es de hacer ejercicio, o de cocinar, o de jugar al ajedrez, no a todo el mundo le sirven las mismas técnicas.
Por eso, recomendamos hablar con un psicólogo para saber qué técnicas pueden venir mejor en cada caso.
– ¿Qué cosas pueden hacer aquellas personas que hayan perdido un familiar por coronavirus para ‘despedirse’? ¿Qué consejos les dais para sobrellevar el duelo?
– Existe la tentación, bien porque no se dispone de espacio o tiempo para profundizar en el tema, o bien por desconocimiento, de asociar inmediatamente la pérdida reciente de un ser querido (incluso con el muerto casi presente, como aquel que dice) con el acto de despedirse. En situaciones como la actual, donde tantos acompañamientos, muertes y funerales están teniendo lugar de una manera tan peculiar, este tema tiende a distorsionarse mucho.
Olvidamos que eso que llamamos “despedida” es una tarea psicológica que naturalmente está presente en todo duelo pero que requiere su tiempo y su propia manera de llevarse a cabo, de una manera muy individualizada y esto no siempre es factible en alguien que todavía está en shock por lo que ha ocurrido, o muy enfadado, o que necesita ocuparse durante un tiempo de todo aquello que no tiene que ver con la pérdida para poder conservar su equilibrio psíquico.
Hay que dejar lugar para que la necesidad de despedirse de quien ha fallecido vaya apareciendo, si es que lo hace, y también dejar un espacio para que la persona literalmente no desee despedirse de su ser querido de ninguna manera. El duelo es un proceso lento, con un ritmo muy peculiar, y es un error el sugerir a alguien que acaba de perder a un ser querido maneras de “despedirse” que no son adecuadas para él, o presuponer que en este momento está preparado para hacerlo o dar por hecho que tiene esa necesidad.
No obstante, puestos a ello, podemos sugerir cosas siempre con mucha prudencia e intentando no caer en “recetas precocinadas” que pueden hacer que la persona se sienta inadecuada si no se ve capaz de llevarlas a cabo, o literalmente pueden hacer daño. La clásica carta de despedida está muy bien, pero para aquellas personas a las que escribir les alivie, no para todo el mundo. Y siempre que la persona esté en situación de conectar con el dolor, y esto puede tardar semanas o meses en llegar.
Lo importante, sea como sea, es dar permiso a la persona tanto para despedirse como para no hacerlo. Si desea hacerlo, pero no sabe cómo, hay que decirle que cualquier manera está bien, siempre que sea a su manera, que ya encontrará cuál es el mejor método, no hay prisa, puede tomarse el tiempo que necesite hasta dar con ello. Si está abierta a ello, se le puede indicar que a algunas personas les ayuda escribir una carta, otras montan un pequeño ritual (privado o compartido con otros) en el que no hay que complicarse mucho (unas palabras, una vela, una canción, unos minutos de silencio junto a una fotografía, son solo algunos ejemplos, pero cada uno puede “diseñar” esto a su manera), y puede ser muy útil. Insisto, recordarle que puede despedirse de la persona tantas veces como quiera, que esto es un asunto privado de ella y puede hacerlo cuando y como mejor le convenga.
– ¿Desde ifeel habríais apostado por pautar las salidas de casa a personas que ya tenían algún problema de salud mental?
– Es arriesgado hacer recomendaciones de este tipo a un nivel general, cuando está en juego no solo la salud mental de personas con problemas serios sino también su salud física y la de los demás. Habría que ver, sobre todo de qué problema estamos hablando, no meterlo todo en el mismo saco (no es lo mismo una persona a la que le vendría bien salir pero que puede “aguantarse” que una persona que necesita salir porque si no tiene un brote que le puede poner en peligro a él y a las personas con las que convive).
También hay que contemplar otras circunstancias de la persona, por ejemplo, su nivel de autonomía, el lugar en el que vive, las prescripciones previas de los profesionales que ya le estuvieran tratando, posibles alternativas si una salida de casa no es factible en condiciones de seguridad, etc.
– ¿Qué patologías serán más comunes una vez que se acabe el confinamiento?
– Podemos elucubrar al respecto, pero habrá que verlo de verdad, con métodos epidemiológicos rigurosos, cuando acabe el confinamiento (lo cual, dado el carácter progresivo que eso tendrá, entrañará cierta dificultad metodológica).
Además, habrá que observarlo en distintos momentos temporales porque no todas las secuelas psicológicas van a revelarse durante los primeros días tras retomar una cierta normalidad (al menos una normalidad que incluya salir a la calle, tener contacto físico con otras personas, poder realizar desplazamientos o al menos programar ciertas actividades sencillas). Hay secuelas que se demoran más en el tiempo. Por ejemplo, un sanitario puede estar ocupadísimo ahora mismo, rindiendo al 200% y resistir el tiempo que haga falta, pero dentro de unos meses, “inesperadamente”, pegar un bajón (en forma de ansiedad o insomnio, por poner dos ejemplos sencillos).
En función del grado de adversidad que haya tenido la emergencia para distintos grupos de población se observarán unas secuelas y otras. No es lo mismo personas que se hayan quedado en una situación muy precaria económicamente y que puedan desarrollar, por ejemplo, cuadros ansioso-depresivos acompañados o no de otras complicaciones, por ejemplo una adicción, que un profesional sanitario de UCI que haya estado sometido a condiciones de estrés y responsabilidad muy altas (acompañadas además de mucha impotencia por ver morir a tanta gente que en otras circunstancias se hubieran podido salvar, eso es muy traumático y puede pasar factura).
También habrá que observar diferentes grupos de edad: no están viviendo lo mismo, como grupo, los adolescentes de entre 14 y 16 años que las personas de entre 60 y 70, por ejemplo. Tanto sus recursos como sus factores de riesgo son diferentes.
– ¿Creéis que con todo lo que está ocurriendo durante esta crisis del coronavirus muchas personas están dejando de ver o van a dejar de ver el acudir al psicólogo como una especie de estigma?
– De nuevo habrá que verlo a posteriori. Ojalá se normalice el cuidado profesionalizado y serio de la salud mental. Esta emergencia, como sucede con las emergencias en general desde hace varios años, está teniendo una parte positiva para la profesión de psicólogo porque se la nombra mucho y para bien, se menciona mucho su importancia y creo que, en general, la profesión está dando muestras de versatilidad, generosidad y utilidad. También será muy necesaria cuando acabe la emergencia, tanto para paliar sus secuelas como para explicarlas. Confiemos en que eso se mantenga con el tiempo.
Alberto Payo
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